El ser humano es hijo del hábito y tiene una necesidad insaciable de sentirse familiarizado con las actitudes de quienes lo rodean.

Si te muestras predecible, confieres a los demás la sensación de tener cierto control sobre ti. Invierte los papeles: muéstrate deliberadamente impredecible.
Las actitudes que en apariencia carecen de coherencia o propósito desconcertarán a los demás, que se agotarán tratando de explicarse tus movimientos y acciones.
Llevada a un extremo, esta estrategia puede intimidar y aterrorizar.