La desdicha de los demás puede conducirte al fracaso : los estados de ánimo son tan contagiosos y tóxicos como una enfermedad infecciosa.

Aunque sientas que debes tenderle una mano a alguien que se está hundiendo, lo único que lograrás con ello será acelerar tu propia caida.
A menudo, los perdedores, son los artífices de su propia desgracia y terminan por transmitirla a quien quiere ayudarlos.
Evítalos y, en cambio, frecuenta a individuos ganadores y felices.