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La relación del bien con la verdad es decisiva.

La gente de bien no miente, especialmente en aquello de lo que se ha responsabilizado; tiene palabra y puede confiarse en ella.

También tiene principios, que se llaman así porque van antes de todo y no admiten chamarileos.

La gente que, Sánchez “el autócrata”, cambia tantas veces de discurso como le sea conveniente, la gente que carece de escrúpulos mientras se le llena la boca con las «líneas rojas», es gente con la que no se puede ir a ninguna parte, ¡ni al infierno!.