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No fué sólo una mascarilla, fué más

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Es sólo una mascarilla.
Son sólo dos metros.
Son sólo dos semanas.
Son sólo negocios no esenciales.
Son sólo trabajadores no esenciales.
Es sólo un bar.
Es sólo un restaurante.
Es sólo para no abrumar a los hospitales.
Es sólo hasta que los casos bajen.
Es sólo para aplanar la curva.
Son sólo unos pocos reclusos.
Es sólo para evitar que los demás se asusten.
Es sólo por unas pocas semanas más.
Es sólo hasta que tengamos una vacuna.
Es sólo una pulsera.
Es sólo una aplicación.
Es sólo para rastrear.
Es sólo para que la gente sepa que es seguro estar cerca.
Es sólo para que otros sepan con quién has estado en contacto.
Son sólo unos pocos meses más.
Son sólo unos cuantos presos más.
Es sólo un video.
Es sólo un post.
Es sólo una cuenta de correo electrónico.
Es sólo para proteger a los demás de los discursos de odio.
Es sólo para proteger a los demás de los sentimientos heridos.
Es sólo una gran reunión pero para protestar.
Son sólo unas cuantas protestas violentas.
Es sólo un pequeño microchip.
Es sólo un análisis de sangre.
Es sólo una prueba.
Es sólo un escaneo.
Es sólo para información médica.
Es sólo para guardar un certificado de vacunación.
Es como una tarjeta de crédito.
Son sólo unos pocos lugares que no aceptan efectivo.
Es sólo para que puedas viajar.
Es sólo para que puedas obtener tu licencia de conducir.
Es sólo para que puedas votar.
Es sólo una votación por correo.
Son sólo unos pocos años más.
Es sólo una estatua.
Es sólo un monumento.
Es sólo un edificio.
Es sólo una canción.
Es sólo una letra.
Es sólo un himno.
Son sólo unas pocas palabras.
Es sólo un pedazo de papel.
Es sólo un libro.
Es sólo una película.
Es sólo un programa de televisión.
Es sólo un personaje de dibujos animados.
Es sólo un pedazo de tela.
Es sólo una bandera.
Es sólo una religión.
Es sólo un día festivo.
Son sólo tus libertades… desaparecidas para siempre.
Y “Es sólo” la forma en que lo planearon.
No es sólo una mascarilla.

Otra mentira más: el salvaje oeste

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La verdad sobre la conquista del Oeste americano, llamado “salvaje”.

Las películas de Hollywood, presentan algo total e intencionadamente falso. 

Estamos acostumbrados a ver en las películas de Hollywood, lo que se ha llamado…

“la conquista del Viejo Oeste”

Las caravanas de colonos anglos, debían enfrentarse a un territorio inhóspito plagado de tribus salvajes, que lanzaban gritos guturales como locos, cogidos de la mano. 

Algo total e intencionalmente falso.

Más de un tercio de lo que ahora es Estados Unidos fue en algún momento de su historia parte del Imperio español.

La lengua franca era el idioma español, tras más de 300 años de convivencia entre hispanos y nativos, con cientos de misiones de la iglesia. 

Hablamos de más de dos millones de kilómetros cuadrados, es decir, cuatro veces el tamaño de España.

Los Ángeles, San Franciscio, Santa Fe, San Diego… son nombres de ciudades actuales heredados de antiguos asentamientos y misiones españolas.

Cuando comenzó la “conquista del viejo Oeste” en Estados Unidos, ya había cientos de años de convivencia entre los pueblos nativos americanos y los españoles primero y los mexicanos después.

Una convivencia pacífica entre “indios” y los hispanos.

Las primeras expediciones españolas en el suroeste norteamericano datan de 1540 (Texas, Nevada, Colorado, California, Utah, Florida, Montana, Arizona, Nuevo México).

Estos territorios contaban ya con tres siglos de tradición hispánica cuando llegó la época de Bufalo Bill, el General Custer y la fiebre del oro del siglo XIX. 

Siglos de relación entre españoles y pueblos originarios, donde además de la lengua de cada tribu, se hablaba el español como lengua común y vehicular entre todos.

Cuando los “yanquis” iniciaron la colonización del “Viejo Oeste” no encontraron tierras desocupadas, sin cultivar, llenas de tribus salvajes y violentas, sino un mundo hispano, mestizo, donde el Virreinato de la Nueva España había reconocido el derecho de propiedad sobre la tierra de las tribus nativas para que nunca se las quitaran.

Fuente original :

AQUÍ

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Democracias nacionales frente a izquierdas globales

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En el mundo existe una extrema izquierda que no se oculta, se presenta de forma abierta y global. Se podría asociar, por ejemplo, a la izquierda bolivariana, globalizada a través del Grupo de Puebla y organizaciones similares.

Aunque ellos no se autodenominan extrema izquierda, pienso que es correcto calificarles como tal ya que no hacen ascos a las dictaduras de Cuba, Venezuela o Nicaragua. O a la colaboración con el islamismo iraní, con quien comparten la consideración de las democracias liberales como un enemigo común.

Podemos se encuadra ahí. También parte del PSOE, liderado por Zapatero.

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Hay otra izquierda, esta reformista, que tiene su origen en las sociedades fabianas anglosajonas de finales del XIX. Desde un principio orientó su estrategia en dos vertientes: el adoctrinamiento de la ciudadanía a través de la enseñanza y a la influencia práctica en la dirección de sociedad desde el poder financiero y las instituciones.

La London School of Economics o Harvard o el actual control de los medios de comunicación tecnológicas serían un ejemplo de lo primero, el adoctrinamiento. La influencia de Rockefeller, Rothschild, Soros o Kissinger sería un ejemplo de lo segundo.

Se podría asemejar a lo que en España intentó el Opus Dei, una mezcla de adoctrinamiento y poder político-económico implementada a través de una organización poco transparente.

Esta izquierda reformista de ámbito global es lo que habitualmente denominamos como globalismo. Que tiene como objetivo establecer un Nuevo Orden Mundial (NOM) controlado por ellos. Y despliegan agendas de trabajo como la denominada Agenda 2030.

Está organizada en lo que ellos denominan como círculos. Siendo los círculos más internos los de la más alta dirección. Así tendríamos la Sociedad Fabiana en Inglaterra, la Pilgrims Society en EEUU en origen. O más actuales el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) en EEUU, el Royal Institute of International Affairs en Reino Unido (RIIA, también denominado Chatham House), el Club Bilderberg en Europa o la Comisión Trilateral para agrupar a EEUU, Europa y Japón.

Tanto el PSOE como el PP estarían fuertemente influidos por el globalismo, cuando no directamente a su servicio.

El globalismo también mantiene puentes de colaboración con extrema izquierda.

Imagen procedente de «Los amos del PSOE«, un libro absolutamente revelador.

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