Cuando seas el más débil, nunca luches simplemente por salvar tu honor. Opta, en cambio, por la capitulación.
Rendirte te dará tiempo para recuperarte, tiempo para atormentar e irritar al vencedor, tiempo para esperar a que el poder de éste se diluya.

No le dés la satisfacción de luchar y ser vencido por él. Capitula antes de ser derrotado.
Al volver la otra mejilla, enfurecerás y desconcertarás a tu contrincante.
Convierte la capitulación en un instrumento de poder.