La alimentación es uno de los pilares fundamentales de la salud humana. Poder controlar lo que comen la mayoría de seres humanos y tener un acceso tan directo a su salud es una tentación y un peligro muy grande.
Para ello es fundamental reducir el número de granjas e instalaciones agrícolas, quitando subvenciones, imponiendo criterios medioambientales y sostenibles que no sean económicamente rentables para agricultores y ganaderos.
Una vez conseguido esto:
– primero controlarán la mayoría de tierras agrícolas y ganaderas.
– después establecerán cultivos de productos modificados genéticamente, con el pretexto de que serán resistentes a las sequías, a las plagas y al cambio climático.
– acto seguido promoverán la alimentación a base de insectos, argumentando que somos demasiado exquisitos y que en muchas partes del mundo se comen desde hace siglos e incluso son considerados como manjares.
– posteriormente la producción de alimentos será completamente artificial, para fomentar una alimentación «libre de maltrato animal». De esta forma se producirán sustancias parecidas en cuanto a textura, color y sabor a la leche, los huevos, la carne o el pescado, e incluso utilizarán ese mismo nombre. «Alimentos» artificiales y desagradables, que sin duda tendrán un impacto negativo en la salud de millones de personas
Sirviéndose del miedo y del peligro que supone el omnipresente cambio climático, junto a una crisis alimentaria que provocarán artificialmente, este plan será la única solución para la supervivencia de la humanidad en un planeta superpoblado.
Para la gente corriente, comer alimentos procedentes de animales será un crimen social y medioambiental; un lujo reservado únicamente para ricos y poderosos.
Dentro de lo que consideran «producción y consumo responsables» entrará también el consumo de agua reciclada, las restricciones y los cortes de suministro de energía (electricidad, gas,…), las prohibiciones al uso del vehículo privado, las restricciones a viajar en avión, al turismo, etc.
¿Cómo es posible que las personas acepten todo esto
Nos lo desvelan en la meta 12.8, a través de una campaña masiva de propaganda en medios de comunicación que prepare las mentes ciudadanas para vivir en pobreza: «De aquí a 2030, asegurar que las personas de todo el mundo tengan la información y los conocimientos pertinentes para el desarrollo sostenible y los estilos de vida en armonía con la naturaleza«.
¿Cómo lo están haciendo?
– Comprando o expropiando terrenos de ganadería y agricultura para dedicarlos a poner placas solares y molinos de viento.
– Promoviendo legislaciones cada vez más estrictas, que aumenten los costes productivos agrícolas, desincentiven las profesiones agrícolas y obliguen a cerrar un gran número de granjas.
– Concentrando las tierras cultivables cada vez en menos manos.
– Generando artificialmente una escasez de alimentos que suponga una amenaza a medio plazo si no se toman medidas urgentes.
– Proponiendo como solución la generación de cultivos eficientes gestionados por robots e inteligencia artificial.
– Introduciendo y normalizando el consumo de insectos entre la población. Primero en forma de harinas y complementos y posteriormente como producto terminados, con la ayuda de los medios de información, que comunicarán las bondades de esta alimentación.
Tendemos a vivir cada vez más concentrados en grandes núcleos urbanos, muchas veces empujados por la falta de oportunidades laborales o de servicios en las poblaciones periféricas.
Este fenómeno migratorio es el caldo de cultivo perfecto para establecer un nuevo concepto de ciudad, que llamarán «sostenible» y que se caracteriza por el control exhaustivo de los ciudadanos por parte de las autoridades, aliadas con las grandes empresas tecnológicas y constructoras, bajo la fórmula de colaboración público-privada o diálogo competitivo, siempre bajo la omnipresente amenaza del cambio climático.
En estas ciudades modernas, que ya se empiezan a vislumbrar todo estará controlado: los desplazamientos, el consumo de recursos, las compras, la alimentación, los hábitos de salud, las relaciones sociales, etc.
Crearán las llamadas ciudades de 15 minutos, en las que tendrás todo cerca de casa y tendrás que justificar y pagar por desplazarte más allá de tu zona, controlando cuánto tiempo estás y qué recorrido realizas, gracias a los llamados filtros de tráfico.
Estas medidas que se promoverán «en tiempo de paz» para facilitar la comodidad ciudadana y reducir la contaminación, se volverán más estrictas en un contexto de emergencia, como guerras, desastres naturales, protestas sociales o apocalipsis climáticos.
Ojo con la huella de carbono
Probablemente el indicador clave será la huella de carbono de cada ciudadano:
– Primero, para concienciar, parecerá casi un juego en el que cada ciudadano podrá calcular cuál es su huella de carbono.
– Posteriormente ese indicador será el requisito que tengamos que cumplir a la hora de adquirir ciertos bienes o tener derecho a utilizar servicios.
Podrán saber en todo momento dónde estamos, con quién estamos, qué hemos comprado, cómo hemos viajado, de qué hemos hablado, qué hemos comido, cuánto gastamos en ocio, cuanto tiempo tardamos en ducharnos, cuánta basura generamos y qué porcentaje reciclamos, qué esperanza de vida tenemos, cuánta carne consumimos o cuántos minutos utilizamos el coche.
En función de nuestros hábitos se crearán perfiles y se nos premiará o castigará en función de lo «sostenibles» que seamos, limitando nuestro acceso a bienes y servicios públicos y privados.
Esto será posible gracias a la tecnología, llenando nuestros hogares de dispositivos «inteligentes», que medirán y recogerán información de todo lo que hagamos; llenando las calles de cámaras, sensores y puntos de identificación digital, que indiquen qué estamos haciendo en cada momento; y exigiendo nuestros datos biométricos para hacer uso de cualquier servicio.
Este control absoluto de nuestras vidas por parte de los gobiernos es una nueva forma de totalitarismo, que se impondrá primero a nivel nacional, para establecerse finalmente a nivel mundial.
No es ciencia ficción
Aquí tienes un documento con varias de estas medidas, publicado por la consultora británica Arup Group, la Universidad de Leeds y el Grupo de Liderazgo Climático C40, una alianza de un centenar de ciudades, junto a la Open Society de George Soros, la Fundación Clinton y muchas otras organizaciones filantrópicas.
¿Cómo lo están haciendo?
– Promoviendo políticas que incentiven la concentración de la población en las ciudades, que son más fáciles de controlar que los pueblos.
– Creando nuevos «derechos» sociales que podrán ser disfrutados en función del criterio supremo de la sostenibilidad.
– Utilizando la tecnología para medir, analizar y controlar todo lo que hacemos: cámaras de vigilancia, sensores, puntos de identificación biométrica, aplicaciones móviles, dispositivos «inteligentes», etc.
– Imponiendo el uso de la geolocalización y la identificación digital para todo tipo de acciones cotidianas, como usar el transporte público, comprar en supermercados o tirar la basura.
– Imponiendo el criterio medioambiental para poder acceder a todo tipo de bienes y servicios públicos y privados.
– Dividiendo y jerarquizando a los ciudadanos en función de sus hábitos de vida sostenibles.
– Creando un clima de linchamiento, cancelación y aislamiento social hacia las personas que tengan comportamientos poco sostenibles.
Os habréis dado cuenta de que hay dos elementos comunes que impiden a esta gentuza llevar a cabo sus planes con la facilidad con la que desearían: son las fronteras y la soberanía de los países.
Cada país tiene derecho sobre sus recursos y eso es una barrera de protección frente a los que quieren tener el control unificado de los mismos. Esas diferencias entre los países son las «desigualdades» que hay que reducir.
El globalismo, para triunfar, necesita que todo el poder esté centralizado, que las leyes sean las mismas en todo el mundo, que todos tengan la misma cultura, los mismos valores, y sobre todo, reducir al mínimo la disidencia.
¿Que necesitan?
– A nivel social: establecer un conjunto de «valores» globales y una ideología común que sea inyectada en la mente de las personas a través de la educación y del entretenimiento.
– A nivel político: influyendo en la elaboración de legislaciones que les sean favorables, a través de organismos supranacionales, como la Unión Europea, la ONU, la OMS, el FMI, que tratan de imponer de forma centralizada las normas que deben adoptar coercitivamente todos los estados miembros.
¿Cómo lo hacen?
– Influyen en los gobiernos de los países para aprobar leyes que levanten las restricciones y permitan unificar las normas y los criterios con el resto de países.
– Fomentan la creación de más organismos supranacionales, que no son votados por los ciudadanos, para facilitar la imposición de estas legislaciones.
– Venden poco a poco los recursos nacionales a empresas multinacionales que se sirvan de estas legislaciones para gestionar los recursos de forma global.
– Difunden las supuestas ventajas de estas políticas a los ciudadanos, a través de los medios de información y comunicación para lograr un clima de opinión favorable y reducir las resistencias.
– Influyen en los gobiernos de los países para ir aprobando progresivamente leyes ideológicas contrarias a la dignidad del hombre.
– Utilizan la educación y los medios de información y entretenimiento para cimentar estas ideas en la población general. Por estos mismos medios generarán odio y rechazo hacia los que no se adhieran a estos planteamientos ideológicos.
Ya sabes: Quieren un pensamiento único para el planeta
Palabras de Klaus Schwab, el presidente del Foro Económico Mundial, en su libro con el mismo título: “La 4ª revolución industrial ya está aquí”
De nuevo más de lo mismo: cambiar todos los sistemas industriales, económicos y sociales actuales por un nuevo paradigma basado en «tecnologías inteligentes» físicas, digitales y biológicas que son controladas por ellos.
Tecnologías que estarán basadas en la ingeniería genética, las neurotecnologías, la llamada inteligencia artificial, la nanotecnología, los robots, la biotecnología y las nuevas tecnologías de comunicación, combinadas y conectadas para controlar la vida de las personas.
Este nuevo modelo cambiará por completo, y en muy poco tiempo, la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos, generando un auténtico Nuevo Orden Mundial, que afectará a las legislaciones, los marcos éticos, y la seguridad a nivel planetario.
Uno de los campos en los que más impacto tendrán será en el mercado laboral, ya que se busca la automatización de todos los procesos productivos, sustituyendo cualquier tipo de mano de obra humana.
Estos cambios serán tan rápidos y novedosos que solo se beneficiarán aquellos que tengan el dinero y los conocimientos para adaptarse al nuevo paradigma, el resto (la gran mayoría) quedarán a expensas de éstos.
Supondrá una sacudida al tablero de juego de la geopolítica y la seguridad mundial, ya que aquellos países que no se suban a este tren se quedarán fuera de juego. Y el billete para subirse será la aprobación de leyes ideológicas y la venta de las soberanías nacionales.
Pero esto no acaba aquí, porque toda esta revolución tecnológica no solo va a afectar a los modelos productivos, sino que se va a intentar alterar la propia naturaleza del ser humano.
Palabras de Klaus Schwab, el presidente del Foro Económico Mundial, en su libro con el mismo título: “La 4ª revolución industrial ya está aquí”
De nuevo más de lo mismo: cambiar todos los sistemas industriales, económicos y sociales actuales por un nuevo paradigma basado en «tecnologías inteligentes» físicas, digitales y biológicas y queson controladas por ellos.
Tecnologías que estarán basadas en la ingeniería genética, las neurotecnologías, la llamada inteligencia artificial, la nanotecnología, los robots, la biotecnología y las nuevas tecnologías de comunicación, combinadas y conectadas para controlar la vida de las personas.
Este nuevo modelo cambiará por completo, y en muy poco tiempo, la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos, generando un auténtico Nuevo Orden Mundial, que afectará a las legislaciones, los marcos éticos, y la seguridad a nivel planetario.
Uno de los campos en los que más impacto tendrán será en el mercado laboral, ya que se busca la automatización de todos los procesos productivos, sustituyendo cualquier tipo de mano de obra humana.
Estos cambios serán tan rápidos y novedosos que solo se beneficiarán aquellos que tengan el dinero y los conocimientos para adaptarse al nuevo paradigma, el resto (la gran mayoría) quedarán a expensas de éstos.
Supondrá una sacudida al tablero de juego de la geopolítica y la seguridad mundial, ya que aquellos países que no se suban a este tren se quedarán fuera de juego. Y el billete para subirse será la aprobación de leyes ideológicas y la venta de las soberanías nacionales.
Pero esto no acaba aquí, porque toda esta revolución tecnológica no solo va a afectar a los modelos productivos, sino que se va a intentar alterar la propia naturaleza del ser humano.
Consideran que el ser humano es un producto defectuoso porque es fruto de una evolución ciega y quieren forzar una nueva evolución sirviéndose de la tecnología. De la mano de las ideas de Darwin, Nietzsche o Hegel pretenden crear un hombre nuevo, eugenésicamente perfecto, que supere la naturaleza biológica y sus limitaciones, como el dolor y la muerte.
Detrás de estas promesas de vida eterna lo que hay es un nuevo mercado en el que tener más salud, menos dolor o aumentar los años de vida se comprarán al peso, como en la carnicería, y solo estarán accesibles para los pocos que se lo puedan permitir. Y también un control absoluto sobre la vida de las personas, su salud, su economía, sus desplazamientos, sus relaciones sociales y sus ideas, porque todo estará digitalizado y toda esa información será controlada y analizada por los mismos.
En definitiva, una mezcla de ideología, intereses económicos y poder, bajo un marxismo tecnocrático que promete la felicidad universal, que desprecia la dignidad humana, que ensalza la praxis como único criterio de verdad, que desprecia la ética como un obstáculo al progreso, que persigue la religión como un mito del pasado y que impone el totalitarismo para conseguir la paz mundial.
«No tendrás nada y serás feliz».
¿Cómo lo hacen?
– Promoviendo legislaciones que levanten cualquier medida proteccionista o arancelaria de los Estados.
– Creando una cultura favorable a estos cambios a través de películas, series y libros futuristas en los que se pinta un futuro próspero gracias a la tecnología.
– Difundiendo regularmente falsas promesas de prolongación de la vida humana, curación de enfermedades y el fin de las desigualdades.
– Planteando la falsa dicotomía entre privacidad y seguridad, que genera una infravaloración de los derechos propios y de la intimidad personal en pos de un presunto bien mayor, en base a una amenaza inexistente.
– Creando un clima favorable hacia estas nuevas tecnologías, camufladas como avances tecnológicos que aparentemente nos faciliten la vida, como los sistemas populares de inteligencia artificial que permiten «hacer los deberes» o «hacen nuestro trabajo, sin que se entere el jefe». Cuando se entere el jefe verá que ya no eres necesario para hacer el trabajo.
– Prometiendo la vida eterna con implantes y medicina tecnológica, al mismo tiempo que se promueve una visión de la ética como el obstáculo que nos impide alcanzar la perfección humana.
– Digitalizando todos los aspectos de nuestra vida: nuestra identidad, nuestra salud, nuestro dinero, etc. para que sean más fácilmente controlables.
eugenésicamente perfecto, que supere la naturaleza biológica y sus limitaciones, como el dolor y la muerte.
Detrás de estas promesas de vida eterna lo que hay es un nuevo mercado en el que tener más salud, menos dolor o aumentar los años de vida se comprarán al peso, como en la carnicería y solo estarán accesibles para los pocos que se lo puedan permitir. Y también un control absoluto sobre la vida de las personas, su salud, su economía, sus desplazamientos, sus relaciones sociales y sus ideas, porque todo estará digitalizado y toda esa información será controlada y analizada por los mismos.
En definitiva, una mezcla de ideología, intereses económicos y poder, bajo un marxismo tecnocrático que promete la felicidad universal, que desprecia la dignidad humana, que ensalza la praxis como único criterio de verdad, que desprecia la ética como un obstáculo al progreso, que persigue la religión como un mito del pasado y que impone el totalitarismo para conseguir la paz mundial.
Uno de los derechos fundamentales del ser humano, es el acceso a un trabajo digno, pero eso no lo protege de ser utilizado por los poderosos como un medio de explotación y esclavitud.
Hablamos de cómo gobiernos y empresas globalistas buscan asfixiar cualquier iniciativa privada que les pueda quitar cuota de mercado o que permita a los individuos tener cierta independencia laboral.
La transformación laboral que vivimos se manifiesta en 2 fuentes:
– El monopolio digital: que consiste en la imposibilidad de competir en igualdad de condiciones con empresas multinacionales que han colonizado los mercados, llevándolos a un monopolio digital.
Un modelo en el que al final unos pocos se benefician y la gran mayoría acaban perdiendo.
– Abuso fiscal: los gobiernos penalizan cada vez más las iniciativas laborales privadas, mediante una imposición fiscal abusiva, cuyo único fin es desincentivar el trabajo autónomo que no dependa ni del estado, ni de las empresas globalistas.
Al mismo tiempo crecen las iniciativas dirigidas a fomentar una menor presencia laboral, con el pretexto de favorecer la flexibilidad, la conciliación, ahorrar energía y reducir la contaminación. Pero, a largo plazo estos cambios supondrán para muchos vivir más aislados, y por lo tanto ser más vulnerables; un aumento del cansancio, el estrés, la ansiedad y la depresión, de los riesgos laborales y en definitiva un mayor riesgo para su salud.
¿Cómo están haciendo?
– Aprobando leyes que reduzcan la autonomía laboral de los individuos y penalicen el trabajo autónomo, con impuestos y burocracia. – Promoviendo por acción u omisión la globalización de los mercados, gestionados por unas pocas empresas. – Promoviendo el teletrabajo, la jornada laboral de 4 días y otras medidas que reduzcan la presencialidad laboral.
Que os quede claro : Seréis explotados y esquilmados hasta el fin
Uno de los factores más importantes en el desarrollo industrial de un país y una de las industrias que más dinero generan es la de la energía.
Actualmente, la mayoría de infraestructuras energéticas son de dominio y gestión nacional, lo que supone un obstáculo para los que quieren enriquecerse de ellas y controlarlas a gran escala.
Por esta razón, oímos cada vez más discursos reclamando un nuevo sistema energético que «sustituya las viejas y obsoletas infraestructuras» por un sistema energético transnacional, bajo el pretexto de la eficiencia, la sostenibilidad y el «deseo de llevar la energía a todos los rincones del mundo».
En los últimos años, la locura climática ha llevado a promover las llamadas «energías limpias» que no están suficientemente desarrolladas para sustituir a las energías tradicionales, provocando un aumento desorbitado de precios, cortes en los suministros, contaminación paisajística y que muchas personas no puedan acceder a esas fuentes de energía, por no poder costearlas.
Esta llamada «transición ecológica» es una amenaza para el progreso y el bienestar de muchos países, ya que al mismo tiempo se destruyen las fuentes de energía alternativas, como centrales térmicas o nucleares.
Una de las industrias que han llevado al extremo estas políticas son las automovilísticas, empujadas por legislaciones irracionales que esperan eliminar de la circulación a todos los vehículos de combustión en 2035.
Como consecuencia, la afluencia de coches eléctricos con autonomía reducida y precios desorbitados, amenaza con dejar sin medio de transporte autónomo a gran parte de la sociedad en poco tiempo.
El aumento de precios en energías como la electricidad, el gas o los combustibles fósiles afecta directamente a las economías familiares y a los pequeños negocios que no pueden asumir el aumento de costes y se ven abocados al cierre.
El aumento del coste de la vida, provocado por una inflación, provocada en muchas ocasiones, es un factor de empobrecimiento social, haciendo a los ciudadanos cada vez más dependientes de los subsidios de los estados.
¿Cómo lo están haciendo?
– Promueven legislaciones que prohíban y graven las energías tradicionales, aun cuando no haya alternativas equivalentes.
– Sustituyen las infraestructuras energéticas nacionales por un modelo centralizado transnacional, que concentre la gestión en pocas manos.
– Penalizaran a los consumidores que no puedan permitirse «energías limpias», limitando su movilidad y aplicándoles sanciones y cargos extraordinarios.
– Prohibirán progresivamente la circulación de vehículos privados, endureciendo cada vez más los requisitos e imponiendo medidas que dificulten y encarezcan la adquisición de estos vehículos.
– Imponen impuestos abusivos en el consumo de energía, enriqueciéndose a costa de servicios básicos, como la electricidad, el agua o el gas.
– Promueven las bondades de la pobreza energética en medios de comunicación, como solución al problema climático y como consecuencia de la sobrepoblación, generando un ambiente de crispación contra los que no se adhieran a estos principios.