Tu nombre y tu prestigio constituyen la piedra angular del poder.
Basta el prestigio para intimidar y ganar.
Sin embargo, una vez que decae, te tornará vulnerable y serás atacado por todos los flancos.
Convierte tu prestigio en una fortaleza inexpugnable. Mantente alerta frente a cualquier tipo de ataques potenciales y desbarátalos antes de que se produzcan.
Al mismo tiempo, aprende a destruir a tus enemigos abriendo brechas en la reputación de ellos, luego da un paso al costado y deja que la opinión pública los crucifique.
Cuando intentes impresionar a la gente con palabras, ten en cuenta que cuanto más digas tanto más vulnerable serás y tanto menor control de la situación tendrás.
Incluso cuando lo que digas sea sólo banalidad, parecerá una idea original si la planteas en forma vaga, abierta y enigmática.
Las personas poderosas impresionan e intimidan por su parquedad.
Cuanto más hables, mayor será el riesgo de decir alguna tonteria.
Desconcierta a la gente y mantenla en la mayor ignorancia posible, sin revelar nunca el propósito de tus acciones.
Si no tienen la menor idea de qué es lo que quieres lograr les resultará imposible preparar una defensa.
Condúcelos por el camino de las falsas suposiciones, envuelvelos en una nube de humo y verás que, cuando al fin caigan en la cuenta de tus verdaderas intenciones ya será tarde para ellos.
Desconfía de los amigos; suelen ser los primeros en traicionarte, ya que caen fácilmente presa de la envidia. También suelen convertirse en irrespetuosos y tiranos.
En cambio, emplea a quien haya sido tu enemigo, y te será más leal que un amigo, ya que deberá hacer mayores esfuerzos por demostrar su adhesión.
Lo cierto es que debes temer mas a tus amigos que a tus enemigos. Si no tienes enemigos, busca la forma de creártelos.