Cualquier triunfo circunstancial que obtengas a través de una argumentación verbal en realidad es sólo una victoria pirrica: el resentimiento y la mala voluntad que se generan son más intensos y duraderos que cualquier acuerdo momentáneo que hayas logrado.
Es mucho más eficaz lograr la coincidencia de otros a través de tus acciones, sin decir palabra alguna.
Tu nombre y tu prestigio constituyen la piedra angular del poder.
Basta el prestigio para intimidar y ganar.
Sin embargo, una vez que decae, te tornará vulnerable y serás atacado por todos los flancos.
Convierte tu prestigio en una fortaleza inexpugnable. Mantente alerta frente a cualquier tipo de ataques potenciales y desbarátalos antes de que se produzcan.
Al mismo tiempo, aprende a destruir a tus enemigos abriendo brechas en la reputación de ellos, luego da un paso al costado y deja que la opinión pública los crucifique.