Para mantener tu independencia, es indispensable que los demás te quieran y te necesiten.
Cuanto más confien y dependan de tí tanto más libertad tendrás.
Haz que la gente dependa de tí para lograr tu felicidad y prosperidad, y no tendrás nada que temer.
Nunca enseñes a los demás lo suficiente como para que puedan arreglárselas sin tu ayuda.
Cualquier triunfo circunstancial que obtengas a través de una argumentación verbal en realidad es sólo una victoria pirrica: el resentimiento y la mala voluntad que se generan son más intensos y duraderos que cualquier acuerdo momentáneo que hayas logrado.
Es mucho más eficaz lograr la coincidencia de otros a través de tus acciones, sin decir palabra alguna.